NiesqueNiesca
Historia
Reconócelo, incluso tú estás harto de escucharte las mismas excusas. Una y otra vez, repetitivo, cansino y desapasionado. Nosotros también lo estamos, conocemos tu sensación: nos hemos mirado en el espejo tratando de encontrar dónde esconde ese impostor a la persona que un día fuimos.
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En ese punto del análisis te encontrarás con nosotros. Y nos comprenderás. De hecho, al reconocernos entre las tinieblas del conocimiento reciente serás consciente del susurro que te acompañó el último tramo de la travesía. ‘NiesqueNiesca’, dice, dejándote en un lugar indeterminado entre la rotundidad de lo que afirma y el pudor por no haberte percatado de ello mucho antes. ‘NiesqueNiesca’, repite, mostrando con la claridad de un fogonazo el mapa de caminos divergentes entre lo que siempre has querido ser y eso otro en lo que has consentido convertirte. ‘NiesqueNiesca’, concluye, ahora sí señalando las excusas, identificando las mentiras, resaltando los objetivos de cuya consecución nunca más podrás desligarte, delimitándote la hoja de ruta del resto de tu vida.
Reconócelo, incluso tú estás harto de escucharte las mismas excusas. Nosotros también lo estamos, o lo estábamos hasta que descubrimos la ‘Filosofía NiesqueNiesca’ y dejamos de ponernos excusas. Ahora no pensamos en lo que nos habría gustado conseguir, creamos las estrategias para llegar hasta ello, permitiéndonos que el hipotético fracaso de no lograr todo lo perseguido no empañe la heroicidad de haberlo intentado. Porque no fracasan quienes fallan, sino quienes no se permiten la realización personal de intentarlo. Si decides unirte a nosotros, eres bienvenido entre los ‘NiesqueNiesca’, una tribu que sueña, ríe, pelea, fracasa, imagina, persevera, cae, se levanta, vuelve a caer, y no se rinde jamás. Un grupo de gente que ha borrado de su vocabulario la palabra ‘excusa’, que ha convertido en obsoleto el verbo ‘procrastinar’, y que ha adoptado esta forma de estar en el mundo como una elección personal y estética. Nunca más podremos observar nuestro alrededor con los ojos del pasado, hemos aprendido a mirar de una forma nueva, un punto de vista que no se detiene a anhelar el lugar de llegada porque le basta con la experiencia del camino. Y tú ¿te atreves a ser un ‘NiesqueNiesca’?
James Barry
Historia
No te quejes. Hay cosas que no se pueden cambiar. ¿Cuántas veces has escuchado esa frase? Incluso te sorprendes comprobando que te la has dicho a ti mismo. Estamos acostumbrados a soñar, pero no a luchar por esos sueños. Sobretodo por sueños que requieren cambiar los límites establecidos. Nos parece que es mejor conformarse. No molestar. Y llegas a la auto-convención con un ¿para qué?… si no lo voy a conseguir. Hasta que, de repente, alguien se reta a sí mismo, lo hace, lo consigue y cambia el mundo.
Leer más Pero cuando conoces la razón que está detrás de tu objetivo, aparece el combustible que te pone en marcha, incluso cuando la gente te anima a que abandones. Y James Barry o Margaret Ann Bulkley, que ése era su nombre verdadero, lo que quería era ser médico y salvar vidas. Así que, enseguida descubrió la receta para recorrer el camino. Como mujer, entonces, era imposible, pero ¿y si lo hacía como un hombre? ¿Y si además no se enteraba nadie? ¿Te parece imposible? Pues lo consiguió. Hasta que murió y le quitaron la ropa para enterrarla nadie supo que era una mujer. Todo el mundo pensaba que iban a dar sepultura a uno de los mejores cirujanos que de la época. Bajo el nombre de James Barry, y el engaño de que era un hombre, consiguió llevar a cabo con éxito la primera cesárea en la que el niño sobrevivió. También fue nombrado o nombrada, para hablar con propiedad, asistente del Ejército. Y claro, después de descubrir quién era, también se supo que fue la primera mujer en estudiar en la Universidad de Edimburgo. Por cierto, que cuando una vez muerta la desnudaron, en todos los sentidos -de cuerpo y personalidad- descubrieron también que había estado embarazada. La historia de esta excelente cirujana nos lleva a pensar que perder energía lamentándote de tu mala suerte no arreglará la situación. En cambio, asumir las circunstancias, confiar en tus posibilidades y actuar con las herramientas de las que dispones, te puede llevar, si no a conseguirlo, a intentarlo. Eso sí, sin olvidar que hay que poner tesón, determinación y ganas para ser quien siempre has querido ser. A Margaret, nadie la paró.
Kevin Doe
Historia
Si sólo ves basura en un basurero, esta historia no es para ti. De hecho, es probable que no sepas quién es Kelvin Doe, incluso que cuando leas lo que hizo, te parezca un tipo raro. Y en eso sí tendrás razón, es un tipo raro, alguien que fue capaz de mirar a la basura más allá de su condición de basura, y que gracias a ese cambio de perspectiva, descubrió que entre los desperdicios que los demás desechaban, había elementos a los que él podía conceder una segunda vida. Una nueva existencia no sólo beneficiosa para él como individuo, sino capaz de transformar para mejor la vida de la comunidad en la que residía con su madre, en Freetown, la capital de Sierra Leona.
Leer más Hoy Kelvin estudia en Canadá y es conocido en el campus por el sobrenombre que se ganó en su comunidad, DJ Focus, un apelativo que hace referencia a su capacidad para concentrarse e incidir en la búsqueda de nuevos inventos. Los vecinos que todavía comparten el barrio con su madre decidieron llamarle así tras la creación de una emisora de radio alimentada por un generador de su creación, y difundida por medio de una antena muy simple. Con todo, el mérito de la estación no fue que funcionara, retransmitiera partidos o permitiera sesiones musicales del nuevo DJ, sino que respondía a un plan más ambicioso. Doe sabía que la transmisión de la información entre las diferentes zonas de su comunidad era imposible, y buscaba crear un método capaz de terminar con esta carencia, un artilugio técnico que consiguiera el milagro de unificar los distintos grupos en los que se dividía su entorno. Y lo logró. La nueva radio generó un punto de encuentro entre los jóvenes, permitiendo que se reunieran, compartieran sus experiencias y se visibilizaran los problemas que antes pasaban inadvertidos. Si en un basurero sólo ves basura, te habría interesado que te contáramos esta historia empezando por el final: Kelvin Doe estudia hoy ingeniería en Canadá, después de haber sido invitado a contar su brillante historia en el MIT y otras destacadas universidades americanas. Seguramente, te atraería el empuje de su talento para liderar el proyecto de paneles solares wifi que dotó de electricidad a varias zonas de Sierra Leona. Y también la conmovedora relación de este joven africano con su madre, quien no sólo continúa siendo su inspiración, sino que es la razón por la que desea regresar a su comunidad para seguir mejorando sus condiciones de vida. Todo eso te habría permitido admirar a Kelvin Doe, pero te evitaría entender la lección esencial de su vida: ni siquiera la basura es sólo lo que parece.
Shackleton
Historia
Cuando Ernest Shackleton anunció a sus hombres que tendrían que pasar el invierno aprisionados en el hielo, no se mostró ni furioso ni decepcionado. La determinación de este explorador irlandés había cambiado de objetivo, pero no de intensidad. Shackleton era consciente de que el invierno Antártico puede destruir a un hombre, pero no iba a permitirlo.
Leer más La historia de Shackleton es eso, una historia de resistencia. De cuando resistir también significa vencer. La hazaña que él y su equipo llevaron a cabo en la Antártida nos pone frente al espejo de nuestros miedos y nos demuestra que la determinación, el coraje, la solidaridad, el liderazgo y el trabajo en equipo pueden convertirse en valores muy poderosos. Son herramientas que no se compran, sino que se cultivan. Y eso también forma parte del camino de cada uno de nosotros. El barco en el que una tripulación compuesta por veintiocho hombres emprendió la aventura de explorar la Antártida en 1914 se llamaba ‘Endurance’, que significa resistencia. Shackleton tenía 40 años y varias expediciones en su experiencia, y sabía que ésa era su última oportunidad. El ‘Endurance’ se quedó helado a 150 kilómetros de la Costa Antártica. Allí se fue a pique. Era el peor lugar del planeta para quedarse sin salida. Pero es maravillosa la rapidez que tiene el ser humano para, si lo desea, adaptarse a las circunstancias. Desde ese momento, la misión de Shackleton se transformó en garantizar la vida de sus hombres. Resistieron más de año y medio en condiciones extremas, con temperaturas de veinte grados bajo cero, travesías en barcas minúsculas, caminatas interminables sobre el hielo, agotamiento, hambre y frío. Pero con la motivación intacta. “Si estás desesperado, ten cerca a Shackleton”, decían quienes le conocían bien. En el lugar del mundo donde es más fácil volverse loco, él consiguió que su equipo nunca se rindiera. Les hacía creer que iban camino de tierra, porque mejor eso, que sentarse a esperar. Siempre con el lema “resistiendo, venceremos”. Y así fue como la resistencia fue su mejor motor para sobrevivir. Tras más de quinientos días a la deriva, por fin encontraron tierra firme, donde las sirenas de una ballenera que llamaba a trabajar a sus trabajadores les confirmó que lo habían conseguido. Y que todos estaban vivos. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia Antártida. Todos hemos pasado por momentos en los que la vida te pone a prueba. Es inevitable. Forma parte de la esencia de vivir. Desgraciadamente, no podemos elegir la mayor parte de lo que nos sucede, pero sí la actitud con la que lo afrontamos. Abandonar o resistir. Shackleton siempre eligió resistir. Motivó resistir. Lideró resistir. Y resistió.
Ruckerpark
Historia
La banda sonora de esta historia puede ser perfectamente un rap que escupiera frases como: “Nothing can stop me, I’m all the way up” [Nada puede pararme, estoy muy arriba]. Es música del rapero Joe Fat, actual propietario de Rucker Park.
Leer más Los que juegan en Rucker Park son de esos. Son jugadores que cada vez que se ponen las zapatillas dan su mejor versión. Aunque la pista esté en un barrio humilde. Aunque la cancha no tenga focos, ni cámaras de televisión, ni millones de seguidores animando. Es más, muchos de los que juegan y han jugado allí han rechazado ofertas millonarias de grandes equipos. Lo que importa solo es jugar al baloncesto y superarse cada vez que cogen el balón. Y es que a veces, no se necesita nada más que eso: dar todo lo que tienes por aquello en lo que crees. Esa es la fuerza de la determinación. Poderosa, inconformista, que no mira lo que hacen los demás, sino que potencia tus valores para que seas capaz de hacer cosas increíbles. No necesariamente para obtener un reconocimiento mundial, sino para ti mismo. Porque el verdadero éxito no es llegar a ser una estrella, sino dar tu mejor versión. En Rucker Park jugó durante un tiempo un tipo al que apodaron ‘The Goat’. En inglés es el acrónimo de ‘Greatest of all times’: el mejor de todos los tiempos. Se llamaba Earl Manigant e inventó del doble mate – doublé dunk, que consiste en machacar el aro con la mano izquierda para coger el balón antes de que caiga con la derecha y volver a meterlo en la canasta. En una ocasión, los periodistas le preguntaron a Abdul-Jabbar quién era el jugador al que más temía. ¿Sabéis quién dijo? The Goat.
Kintsugi
Historia
Crees que estás roto. Todos hemos tenido esa sensación en algún momento de nuestra vida. Y, seguramente, lo estás. Poco importa la razón que te hizo quebrarte, aunque, con carácter general, el desamor, la muerte, la depresión o una fortuna demasiado huidiza pueden ser algunos de los causantes. Te sientes roto, y cuando te compruebas, descubres que es cierto: alguna de tus partes se desprendió del resto, dejando tras de sí el borde mellado e irregular, mostrándote la crudeza de una vida en la que no hay segundas tomas. Estás roto, y aunque tal vez en ciertos momentos pensaste que nunca nada te dañaría, ahora solo te queda la opción de reconstruirte y seguir adelante. No hay alternativa a la cicatriz que ahora transforma la superficie de tu piel. Y es mejor que así sea, aunque todavía tardarás algún tiempo en descubrir el ángulo que te permitirá comprenderlo.
Leer más Será entonces cuando te enamores de tus cicatrices, exhibiéndolas sin pudor, mostrando al mundo la verdad de quien eres, el camino, las heridas o los aciertos que te han construido como persona. Serás transparente con tus caídas, y en ese proceso emergerás como una pieza de Kintsugi, el centenario arte japonés que repara con un barniz espolvoreado de oro las juntas de los enseres que se han roto como consecuencia de su uso. Esta ‘carpintería del oro’, que procede del apego del sogún Ashikaga Yoshimasa por uno de los cuencos con los que celebraba la ceremonia del té, hace visibles las fisuras de unos objetos que dignifica y pone en valor. Los embellece haciendo hincapié en el deterioro que los afeaba o volvía inservibles. Porque nadie –tampoco tú- es inservible después de haberse roto. Quizás durante un tiempo necesites ser reparado, aceptar tu fragilidad y esa nueva condición de roto, sentir que las muescas de tu trayecto no solo no son un motivo de vergüenza, sino que se convierten en el elemento que necesitabas para transformarte en alguien indudablemente bello. Después de ese proceso, como una pieza de kintsugi, volverás a brillar, lo harás incluso con más intensidad que antes, cuando no necesitabas que alguien uniera tus partes, cuando no eras consciente de que esas cicatrices, hermosamente doradas, podían ser lo que te distinguiera del resto. Serás un ser nuevo, edificado sobre los mejores restos de quien fuiste, mejorado por las delicadas cicatrices que rebasan tu condición humana y te convierten en una joya.
Le Corbusier
Historia
Ay, las excusas. Cuántas y qué variadas. Las que has sufrido, pero también todas esas otras que has ido utilizando para zafarte de las obligaciones, huyendo de tu destino o de las responsabilidades que te cercan. Las excusas, tan útiles en ciertos atolladeros, y nunca suficientes si es contigo mismo con quien hay que ajustar las cuentas. Que si no puedo, que si lo he intentado, que si no fui capaz, o incluso que daría todo para conseguirlo, pero es que no estamos en Venecia. Y no, no necesitas que sea Venecia. Salvo que quieras anclar tu amor en el infinito con un beso bajo el Puente de los Suspiros, no necesitas que sea Venecia. Necesitas desearlo lo suficiente, buscarlo con la determinación necesaria.
Leer más Argumentarás que siempre es más fácil si estás en Venecia, y te concederemos que sí, para luego demostrarte que te equivocas. Pongamos por caso a Le Corbusier, el inmortal arquitecto cuyas obras han llegado hasta nuestros días, y situémosle en el escenario al que tantas habilidades concedes, Venecia. Pongámosle allí a mediados de los años 50, de visita en esa ciudad que se debate en una dicotomía terrible entre la belleza y la muerte: es tan hermosa como sería difícil imaginar, pero está peligrosamente cercada por los problemas de su construcción, bañada sin descanso por las aguas que danzan con su destrucción. Sus calles se retuercen y los edificios se buscan más allá de los laberintos fluviales, estrechando los espacios, plagando la ciudad de recovecos llenos de encanto, también dificultando los accesos, la circulación del aire y la luz, el flujo normal de la vida. Pongamos en ese contexto a Le Corbusier y situémosle ante un desafío mayúsculo y retador: el encargo del Ayuntamiento italiano para la construcción de un centro sanitario en un espacio angosto, saturado de belleza, asfixiado por los vapores insalubres que ascienden desde sus canales. Se trata del Hospital de Venecia, un proyecto en el que el arquitecto trabajará hasta su muerte, y cuya edificación será descartada por el consistorio muchos años después, dejando en el limbo de lo irrealizado uno de los proyectos más estudiados de este artista multidisciplinar. Un proyecto genial y a contracorriente, que se iba a erigir en uno de los lugares más fotografiados del mundo, pero que basaba su eficacia en la búsqueda de un privilegio general, abundante y ubicuo. Le Corbusier estaba en Venecia y, sin embargo, fue capaz de prescindir de ella. Porque el proyecto del hospital buscaba la mejoría de los enfermos hurtándoles lo característico del escenario, separándoles del laberinto y las aglomeraciones de la capital del Véneto, y ofreciendo un protagonismo especial a la luz y el sol de la ciudad. Erigido en el vértice del turismo y las postales, el centro renunciaba a lo obvio y se consagraba a la capacidad curativa de un bien público al que cualquiera de nosotros tiene acceso, al poder sanador que el más común de los recursos derrocha con generosidad. Le Corbusier podría haber anclado su proyecto en la singularidad de Venecia, condicionar su eficacia al milagro de lo hermoso y, al mismo tiempo, encontrar la explicación de lo irrealizado para excusarse por su incapacidad para derrotar a la enfermedad o a la muerte. Y no lo hizo, porque creía en la fuerza de la luz solar, pero sobre todo, porque desdeñaba aferrarse a las excusas. Estaba en Venecia, pero no necesitaba que fuera en Venecia. Como tampoco tú necesitas que sea en Venecia. Necesitas querer llevarlo a cabo, y eso es tan sencillo como encontrar el acceso a la luz del sol.
Niños por Correo
Historia
Tantas cosas que no te contaron sobre ser padre: las malas noches, el desconsuelo de no saber qué les sucede, la inseguridad de procurarles siempre la calidad de vida que quieres para ellos… y el miedo. Sobre todo, el miedo. Ese miedo irracional, atávico, tan intenso y alejado de tu voluntad que, con frecuencia, amenazará con paralizarte. O aun peor, con que tu parálisis consiga detener la vida de ese hijo a quien amas más allá de tu capacidad para verbalizarlo. Si ya has tenido un hijo, nos estarás leyendo con una media sonrisa resabiada y cómplice; si lo serás en el futuro, harás bien en tomar nota de esta historia rocambolesca. La de los niños a quienes sus padres enviaban por correo en Estados Unidos a principios del siglo XX, reza el titular más obvio. La de los niños a quienes sus padres no privaron, por el miedo a lo que podría sucederles, de la riqueza de viajar, cuenta la interpretación Niesqueniesca.
Leer más Coincidimos, no te preocupes, en que el sistema no era el más óptimo. Y así lo vieron también los responsables del US Postal cuando cancelaron el transporte de seres humanos tras la devolución de una niña de 3 años a quien sus abuelos mandaron de regreso a la casa paterna. Desplazarles sin las mínimas garantías de seguridad no era la mejor forma de hacer viajar a los chicos, pero era una forma de hacerles viajar, de permitir que crecieran en la diversidad y ampliaran los horizontes de su mundo. No era el medio más adecuado, y sin embargo, esos padres responsables, preocupados por la salud de sus pequeños y tan protectores como podríamos serlo cualquiera de nosotros, fueron capaces de sopesar cuánto empobrecería a sus hijos mantenerles siempre bajo su control exhaustivo. Y les ofrecieron la capacidad de volar lejos de ellos. Si te paras a pensarlo, pocas cosas te han enriquecido tanto a ti como los viajes que has ido haciendo a lo largo de los años, ese ingreso en la edad adulta que incluía la posibilidad de conocer el mundo sin la tutela de tus mayores. Y si fue así para ti, ¿no lo será también para tus pequeños? Quizás la paternidad te escondía una última lección, una que era necesaria para completar tu formación como persona: la de tener la generosidad de renunciar a tus miedos para crear la libertad de tus hijos.
Tesoros
Historia
Perder una llave para encontrar un camino. Hay personas que tardan toda una vida en encontrar la llave que buscan. Justo Lera andaba ya inmerso en la composición de ‘Tesoros’ cuando se percató de que ya no tenía la vieja llave que le había dejado su padre. Un talismán que le había acompañado durante años, una llave que no abría ninguna cerradura que él conociera. O que, precisamente por eso, tenía la capacidad de abrirlas todas. Sobre todo la del lugar de su alma en el que se escondían todos esos Tesoros que estaban llamados a formar parte de este disco.
Leer más “Se han acabado las excusas”- se repetía a sí mismo. “Hay que afrontar las cosas con alegría y tirar hacia adelante. Ni es que no puedo, ni es que nada. Niesqueniesca”. La voz de Justo Lera derrocha sentimiento, es cálida y rotunda, y está más segura que nunca. ‘Tesoros’ es el disco que estaba guardado en su corazón desde hace años. Un camino que Justo Lera quería recorrer; su espinita clavada; ese propósito de año nuevo que vuelve una y otra vez cada 31 de diciembre… pero a veces la vida te aleja de los propósitos o, sencillamente, te alejas tú solo. La gran noticia es que siempre se puede encontrar la forma de retomar el camino. Buscándolo con los ojos y los oídos abiertos de par en par. Que se lo digan a Justo. Tal vez el camino se presenta en sentido contrario, o después de una curva cerrada, o incluso en forma de confinamiento domiciliario. Pero está ahí, esperando. En su caso se escondía en los acordes de su vieja guitarra. Sin prisa y sin pausa. Ha llegado el momento de disfrutar de “Tesoros”. De disfrutar del disco creado., del camino abierto con esa llave perdida, y que, seguramente, llevará a otros caminos. Eso tendremos que descubrirlo.
