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Cuando un secreto puede cambiar una vida
No te quejes. Hay cosas que no se pueden cambiar. ¿Cuántas veces has escuchado esa frase? Incluso te sorprendes comprobando que te la has dicho a ti mismo. Estamos acostumbrados a soñar, pero no a luchar por esos sueños. Sobretodo por sueños que requieren cambiar los límites establecidos. Nos parece que es mejor conformarse. No molestar. Y llegas a la auto-convención con un ¿para qué?… si no lo voy a conseguir. Hasta que, de repente, alguien se reta a sí mismo, lo hace, lo consigue y cambia el mundo.
La historia de esta excelente cirujana nos lleva a pensar que perder energía lamentándote de tu mala suerte no arreglará la situación. En cambio, asumir las circunstancias, confiar en tus posibilidades y actuar con las herramientas de las que dispones, te puede llevar, si no a conseguirlo, a intentarlo. Eso sí, sin olvidar que hay que poner tesón, determinación y ganas para ser quien siempre has querido ser. A Margaret, nadie la paró.
Camiseta sin mangas sin excusas, punto sencillo, 100% algodón orgánico hilado y peinado, tejido lavado.
Bies interior de punto de jersey en el cuello.
Puntada doble estrecha en bajo.
120 GSM.
Instrucciones lavado: Lavar con colores similares, no planchar el estampado, dar la vuelta la prenda al lavarla y plancharla por el revés.
Conquistar la gloria sin perder la humildad
Héroe de muchas generaciones en Vallecas, su trayectoria resumió la voluntad de un barrio que estaba muy necesitado de referentes como el suyo. De origen humilde, una férrea ética del trabajo le llevó a romper todas las barreras que se iban edificando a su alrededor. La primera de todas, la familiar: durante sus primeros tiempos de púgil aficionado, Durán mantenía en secreto su actividad en casa, ocultando de la vista de sus padres las ropas de entrenamiento y manteniendo el rostro libre de marcas gracias a una prodigiosa defensa. Su guardia de diestro, y la combinación que hacía de ella con la mano izquierda que, mucho antes, las monjas del colegio le prohibían que utilizara, le convertían en un púgil a quienes los rivales no llegaban con facilidad. ‘No me dejaban pensar como un zurdo’, recuerda ahora Durán, revelando cómo la conquista de su condición de zurdo fue esencial para crear a un campeón que vivía a contracorriente
Salirse de la norma para encontrar al genio
Es posible que no te suene el músico clásico que protagoniza esta historia. Es Eddie Van Halen, uno de esos pianistas impecables, escrupulosos en la interpretación de la partitura y moderadamente arriesgado en su capacidad de improvisar. Un pulcro oficinista de la música, formado bajo los designios de su padre, otro concertista holandés del montón, y que destacó por su rigor en el manejo del piano desde que comenzara a imponerse en los primeros certámenes a los que acudió siendo niño. Es posible que no te suene a pesar de su largo periplo por las salas de conciertos de todo el mundo, de las muchas ovaciones que cosechó tras una nueva interpretación exacta y anodina… y es probable que no te suene porque esta historia nunca llegó a suceder: Eddie Van Halen decidió abandonar el destino que otros había escrito en su lugar, se salió de la norma, y encontró al genio que habitaba en él, al guitarrista, ahora sí, a quien podrías reconocer con los ojos cerrados.
Crear la libertad renunciando al miedo
Tantas cosas que no te contaron sobre ser padre: las malas noches, el desconsuelo de no saber qué les sucede, la inseguridad de procurarles siempre la calidad de vida que quieres para ellos… y el miedo. Sobre todo, el miedo. Ese miedo irracional, atávico, tan intenso y alejado de tu voluntad que, con frecuencia, amenazará con paralizarte. O aun peor, con que tu parálisis consiga detener la vida de ese hijo a quien amas más allá de tu capacidad para verbalizarlo. Si ya has tenido un hijo, nos estarás leyendo con una media sonrisa resabiada y cómplice; si lo serás en el futuro, harás bien en tomar nota de esta historia rocambolesca. La de los niños a quienes sus padres enviaban por correo en Estados Unidos a principios del siglo XX, reza el titular más obvio. La de los niños a quienes sus padres no privaron, por el miedo a lo que podría sucederles, de la riqueza de viajar, cuenta la interpretación Niesqueniesca.
La única regla es jugar hasta que no puedas más
Quizá nunca hayas estado allí, o quizá hayas pasado por ese lugar no lo sepas. En cualquier caso, no es difícil imaginarlo. Es una cancha callejera de baloncesto, aunque su esencia no es la de cualquier cancha. Está en el barrio de Harlem, en Nueva York. Y es un lugar mítico del que cualquiera – y cualquiera es cualquiera- puede salir humillado. Dicen que es la única cancha a la que ponen reparos jugadores de la NBA. El templo del baloncesto más puro. Allí la única regla es jugar hasta que no puedes más.
Y es que a veces, no se necesita nada más que eso: dar todo lo que tienes por aquello en lo que crees. Esa es la fuerza de la determinación. Poderosa, inconformista, que no mira lo que hacen los demás, sino que potencia tus valores para que seas capaz de hacer cosas increíbles. No necesariamente para obtener un reconocimiento mundial, sino para ti mismo. Porque el verdadero éxito no es llegar a ser una estrella, sino dar tu mejor versión.